Cristo cuenta contigo

     LA LLAMADA

 

Tanto en el Nuevo como en el Antiguo Testamento, descubrimos que en el origen de cada vocación auténtica está el Señor que elige y que invita a seguirle personalmente. Aunque lo hace de modos muy diversos, lo que está claro es que quien llama es Él. Éste es el sentido más profundo de la palabra vocación, que significa “llamada”. En el Evangelio vemos cómo Cristo pasa junto a personas normales y les llama: “Ven, sígueme”.

 

Invita a seguirle a quienes luego serán discípulos suyos. Fíjate cómo la iniciativa parte de Él, del Maestro, y por eso la “llamada” o “vocación” no es una predisposición natural o una inclinación de la persona solamente, sino ante todo se trata de un don de predilección. Por ello este don de Dios para quienes lo recibimos no responde a méritos especiales, sino que responde a una providencia, a un plan, que siempre ha estado presente en la mente y en el corazón de Dios La llamada es para algo; para hacer algo específico por Él y su Reino, se trata literalmente de cumplir una misión.

 

Cada llamada tiene una clave única; es decir, tiene un tipo de contraseña y se desarrolla en un tiempo y en un contexto determinados trazando así una historia personal constituida por momentos determinados y cargados de significado.

 

LAS CUALIDADES

LA RESPUESTA

 

Es el tercer y último elemento constitutivo de la vocación y representa el don de sí mismo a Dios. Nace de la generosidad y del amor maduro hacia el Señor en un ambiente de libertad interior.

 

Mientras el primer elemento depende totalmente de la Voluntad de Dios y el segundo depende de un don hecho por Dios y de la buena voluntad personal para corresponder a este don, este último aspecto depende, claro, de la gracia de Dios, pero sobre todo de la generosidad personal. El encuentro con “el joven rico” en Mc 10,17 así nos lo confirma. A veces algunas circunstancias pueden influenciar o incluso ser determinantes para tu respuesta, pero recuerda bien que el primer interesado de que tu vida llegue a buen puerto y exactamente a la meta para la que Él te creó con infinito amor… es Dios. De aquí la grandísima esperanza y confianza en Él, ya que es con su ayuda con la que cumpliremos la misión que nos confía. Dios está siempre de nuestra parte.

 

Es el primero en creer y apostar por nosotros. Puedes estar seguro de que te dará todas las gracias que necesitas para responderle con un decidido y alegre “sí”.